Sri Ramana Maharshi se alojó en varios lugares en Tiruvannamalai y después en varias cuevas en la Colina Arunachala hasta que finalmente se estableció en lo que vino a llamarse Sri Ramanasramam, en donde vivió hasta su Mahanirvana en abril de 1950. Nunca fue iniciado formalmente en sannyasa ni tampoco pretendía tener discípulos. Desde el día de su llegada en 1896 hasta su Mahanirvana, Ramana nunca abandonó su querida Arunachala.
El primer lugar de residencia de Ramana en Tiruvannamalai fue el gran templo. Durante unas semanas se quedó en la sala de las mil columnas. Pero pronto fue molestado por algunos granujillas que le arrojaban piedras mientras se sentaba en silencio. Se trasladó a una cámara subterránea conocida como Patala Lingam, donde nunca penetraba la luz del sol. Sin moverse, se sentó profundamente absorto en el Sí mismo y sin ser consciente de las mordeduras de las hormigas y de los bichos que vivían allí.

Patala Lingam
Patala Lingam

Pero los jóvenes traviesos pronto descubrieron su retiro y continuaron con su pasatiempo de tirar piedras al joven Brahmana Swami, como entonces era conocido Ramana. En ese tiempo vivía en Tiruvannamalai un renombrado Swami llamado Seshadri Swamigal que a veces custodiaba a Ramana y ahuyentaba a los gamberros. El joven estaba tan absorto en el Resplandor de la Dicha que ni siquiera se dio cuenta cuando algunos devotos vinieron finalmente, lo sacaron fuera del hoyo y lo llevaron al cercano santuario de Subrahmanya. Durante dos meses aproximadamente permaneció en ese santuario sin prestar atención a sus necesidades físicas. Para hacer que comiera, había que ponerle la comida en la boca a la fuerza. Afortunadamente siempre había alguien allí para cuidarle. Entonces Ramana se mudó a varios jardines, arboledas y santuarios de los alrededores. Fue en una arboleda de mangos, lejos del templo, donde su tío paterno, Nelliyappa Aiyar de Manamadurai, lo encontró. Nelliyappa Aiyar hizo todo lo posible para llevar a su sobrino de vuelta a Manamadurai, pero el joven sabio no respondía. No mostró ningún signo de interés por el visitante. Así, Nelliyappa Aiyar regresó decepcionado a Manamadurai. Sin embargo, le trasmitió la noticia a Alagammal, la madre de Ramana.

Sri Bhagavan at Skandashram
Sri Bhagavan at Skandashram with Mother Alagammal (front right) and devotees; Click to enlarge

Más tarde, la madre se dirigió a Tiruvannamalai acompañada por su hijo mayor Nagaswamy. Ranama vivía entonces en Pavalakkunru, una de las estribaciones orientales de Arunachala. Con lágrimas en los ojos, Alagammal suplicó a su hijo para que regresara con ella, pero para el sabio no había vuelta atrás. Nada le conmovía – ni siquiera las lágrimas de su madre. Se mantuvo callado y permaneció en quietud. Un devoto que había estado observando el esfuerzo realizado por la madre durante varios días, pidió a Ramana que al menos escribiera lo que tenía que decir. El sabio escribió en una hoja de papel:
El Ordenante controla el destino de las almas de acuerdo a sus acciones pasadas. Todo aquello que está destinado a no suceder no sucederá, por mucho que uno lo intente. Todo aquello que esté destinado a suceder sucederá, por mucho que uno intente evitarlo. Esto es así. Por lo tanto, la mejor opción es permanecer en silencio.

 

Nagasundaram, Alagammal, and Sri Ramana
Nagasundaram, Alagammal, and Sri Ramana

Con el corazón encogido, la madre regresó a Manamadurai. Un tiempo después de este suceso, Ramana comenzó a vivir en diferentes cuevas en las laderas de Arunachala. La cueva en la que Ramana permaneció durante más tiempo (17 años), Virupaksha, se encuentra en la ladera sureste. Durante los primeros años en la Colina, Ramana permaneció prácticamente en silencio. Su resplandor ya había atraído a un grupo de devotos a su alrededor. No sólo los buscadores de la Verdad se sintieron atraídos por él, sino también las personas sencillas, los niños, e incluso los animales. Los chicos jóvenes de la ciudad, trepaban por la colina hasta la Cueva de Virupaksha, se sentaban junto a él, jugaban a su alrededor, y luego regresaban sintiéndose felices. Las ardillas y los monos solían subir hasta donde estaba y comer de su mano.
La madre de Ramana le visitó varias veces de nuevo. En una ocasión, se sintió enferma y durante varias semanas padeció de síntomas de fiebre tifoidea. A pesar de la nota que le dio antes a ella acerca de lo inevitable del destino, Ramana compuso un himno en tamil suplicando al Señor Arunachala para que la curara de su enfermedad. También mostró una gran solicitud en cuidarla para que recuperase la salud. La primera estrofa del himno dice así:

Oh Medicina en la forma de una Colina que surgió para curar la enfermedad de todos los nacimientos que llegan en sucesión como oleadas! ¡Oh Señor! es Tu deber salvar a mi madre que considera Tus pies como su único refugio, curándole su fiebre.

Alagammal se recuperó y regresó a Manamadurai. A principios de 1916 Alagammal volvió a Tiruvannamalai con la determinación de pasar el resto de su vida con Ramana. Un poco más tarde la siguió el menor de sus hijos, Nagasundaram. Poco después de la llegada de su madre, Ramana se trasladó de Virupaksha a Skandasramam, que se encuentra un poco más arriba en la Colina. Aquí, la Madre recibió una intensa instrucción en la vida espiritual. Comenzó a cocinar para el pequeño grupo de devotos que se alojaban allí. Nagasundaram se hizo sannyasin, tomando el nombre de Niranjanananda Swami.

En 1920 la salud de la madre se debilitó y Ramana se ocupó de ella con el mayor cuidado y afecto, a veces pasando noches enteras en vela sentado junto a ella. El final llegó en 1922 y Alagammal alcanzó la liberación en el momento de la muerte, a través del esfuerzo y la gracia de su hijo. Como ordena la tradición en el caso de un ser liberado, el cuerpo de Algammal no fue incinerado sino enterrado. Dado que no está permitido que se entierre a nadie en la Colina, fue enterrada a sus pies en el lado sur. Estaba a menos de una hora de caminata desde Skandasramam, y Ramana se dirigía allí con frecuencia, hasta que un día se estableció definitivamente. De esta manera surgió Sri Ramanasramam. El dijo: “No me mudé de Skandasramam por mi propia voluntad. Algo me puso aquí y yo obedecí.”